Capítulo 23
1704palabras
2022-08-21 20:29
Camila Sáez.
Había cometido un error, por el que estaba pagando caro. No debí tratar de solucionar las cosas yo sola, ni a mi manera, es por eso que ahora me estaba lamentando el haber perdido a mi hijo, pude apreciar, disimuladamente la mirada de Leonardo cuando le confesé que lo había perdido.
La ilusión de sus ojos había desaparecido por completo, seguramente el se sentía mal, pero yo me sentía miserable, la persona más mala del mundo, ¿Por qué debía pasarme esto a mí? ¿Por qué no tuve más cuidado? ¿Por qué no le había hecho caso a las advertencias de Leonardo?

Estaba en nuestra casa, en nuestra habitación, recostada en la cama, hace dos días, sin ganas de comer y completamente desarreglada, Leonardo por más que intentaba esconderlo, era evidente lo triste y decepcionado que se sentía de mí, no era para menos, estaba emocionado por ser padre y por mi culpa, no pudo hacerlo.
_ Es hora de comer. – mencionó Leonardo, el hombre de mi vida, apareciendo en la habitación. Lo miré tristemente, no quería comer nada, ojalá yo hubiera muerto. – Camila, con esa actitud no conseguirás nada, ven, demos una vuelta, nos hace falta. – mencionó nuevamente.
_ No tengo ganas de nada, Leonardo. – respondí. – Nunca quise causarte este dolor. – agregué. Él se sentí a mi lado y paso su brazo por detrás de mi cuello.
_ Camila, seré honesto contigo. Sí, me dolió la partida de nuestro bebé, pero agradezco al cielo que tú estés bien. – mencionó sonriendo tímidamente. – Amaba a ese pequeño, pero por algo pasan las cosas, quizás no era el momento para convertirnos en padres, podremos intentarlo más adelante, o quizás en unos meses. – agregó besando mi frente.
_ Sabes que mi vida estaría aún más rota sin ti, ¿Verdad? – mencioné acomodando mi cabeza en su hombro, tenía tantas ganas de llorar, pero sabía que, si una lágrima caía de mis ojos, Leonardo también se quebraría, y es que, en ningún momento, desde el accidente, lo he visto llorar, y sé que debe hacerlo para liberar todo aquello que lleva guardado.
_ Y la mía sin ti, Camila. – dijo besando tiernamente mis labios, traté de acomodarme y él hizo lo mismo, quería permanecer abrazada a su cuerpo el mayor tiempo posible, pero no sabía si podría lograrlo, después de todo, era complicado, aunque él no lo notase, había ocasiones en las que se comportaba distante conmigo. – Te amo. – mencionó.

_ Hace días no lo decías. – susurré arrepintiéndome inmediatamente de aquellas palabras que habían salido de mi boca.
_ Lo sé, Camila, es que me siento culpable, casi te pierdo, casi pierdo a la mujer que me ha cambiado la vida, no es algo que quisiera volver a experimentar, amor. – mencionó besando mis labios. Sus manos bajaron por mis caderas, pero lo detuve.
_ No creo que sea el momento adecuado para esto, amor. – mencioné tratando de imitar una sonrisa. – Tal vez más adelante. – agregué sonriendo.
_ Como y cuando tú prefieras amor. – susurró cerca de mi oreja y luego mordiéndola, buscando excitarme, y no puedo negar que aquel gesto calentó todo mi cuerpo, ese calor que dejé de sentir el día del maldito accidente.

_ Gracias por entender. – mencioné sonriendo. Aunque todo mi cuerpo me gritaba cuanto lo quería sentir mío, mi cabeza, por otro lado, me gritaba que sería incorrecto, que no era el momento adecuado.
Sin esperármelo, el depositó un beso en mi frente, de esos que me encantaban, que transmitían miles de emociones que no podía describir, pero qué, sin duda, amaba con todo mi ser.
_ Te amo, Leonardo. Y siempre lo haré. – mencioné sonriendo y dejando un beso en su hombro.
Él me abrazó con fuerza, atrayéndome a su cuerpo. Supongo que al igual que yo, sentía la necesidad que tenían nuestros cuerpos de unirse al otro, pero también, tenía ese sentimiento de culpa, después de todo, hace menos de una semana había sufrido aquel trágico accidente en el cual había perdido a mi bebé.
Meses después.
Hoy se cumplían exactamente seis meses del accidente, las heridas me seguían doliendo, pero ya estaba saliendo de ese pesado sentimiento que me atormentaba por las noches, supongo que las clases fueron las que me han ayudado a resistir todo este proceso.
_ Hola, amor. – dije topándomelo a las afueras de su salón, sí, ahora era más normal que nos tratáramos de esa forma.
_ Hola, cielo. – mencionó besando mis labios, por lo general todo siempre iba bien entre nosotros, menos cuando se acercaban su amigo Esteban, junto a otro grupo de muchachos, provocaban que él se pusiera tenso, cómo si no le agradara su presencia, menos cuando estamos juntos. - ¿Cómo te ha ido hoy? – preguntó sonriendo y tomándome de la mano.
_ Bien, regular, el examen estaba normal, supongo. – comenté, caminamos por la universidad, a él aún le quedaba una clase, creo que se trataba de las prácticas que debía hacer, pero cómo tenía trabajo en ello, no era necesario que lo hiciera o que asistiera a esas clases, las mías ya habían acabado, por hoy. - ¿Te quedarás? – pregunté cuando vi a Esteban acercarse a nosotros.
_ El quiere que lo haga, pero si dices que no, no lo haré. – mencionó sonriendo y besando mi frente. – Sabes que prefiero pasar mi tiempo contigo. – agregó con la misma sonrisa que me hacía saltar el corazón del pecho.
_ Mejor que te quedes, no quiero que piense que controlo tu vida. – dije casi sin ganas. – Te amo. – mencioné soltándome de su agarre y caminando ha la salida, él tomó mi brazo.
_ Te llevaré, amor, no dejaré que te vayas sola a casa. – agregó. Es verdad, nunca, desde que entré a la universidad, o cuando me toca ir al super, me ha dejado ir sola, siempre me ha acompañado. Supongo que no quiere que algo malo me suceda, si no, piensa que soy una torpe.
_ Sabía que lo harías. – mencioné y el besó mis labios, devorándolos completamente, su lengua, avasallante, quería estar en cada lugar de mi boca, peleando con la mía, ganaba fácilmente la batalla.
Me rendía por completo a él, y eso… eso él lo sabía. Leonardo, según lo que siento, tiene el poder para hacerme mierda y para componer las piezas rotas de mi corazón.
Llegamos a la casa, subí a la habitación, quería ducharme, pero escuché los pasos de Leonardo, venía detrás de mí, y se pegó a mi cuerpo, inmediatamente sentí su erección en mis nalgas.
_ Leonardo. – susurré, no podría negarme esta vez, mi cuerpo sentía una gran necesidad y dependencia de su cuerpo, de sus caricias, de la manera en la que podía hacerme el amor y poder sentir cómo me pertenecía completamente.
_ Camila, no soporto más, no puedo dejar pasar un día más sin hacerte mía, te amo y te deseo. – agregó sonriendo. Besó mis labios apasionadamente, mientras, de la misma manera, comenzó a sacar cada una de mis prendas, con aquella fiereza que se apoderaba de su cuerpo y también del mío.
Tiré de su polera, nunca pensé en querer tenerlo de esta manera, pero, cuando por fin nuestra vestimenta se había desprendido de nuestros cuerpos, me subí encima de él y me recibió gozoso de lo que estaba por venir.
Primero pasó sus manos por mis senos, dando paso a esa cálida sensación que recorría mi cuerpo por completo, después bajaron hasta mi trasero donde marcaban el ritmo con el que me movía, provocando espasmos en su cuerpo tanto como en el mío, me encantaba esta sensación.
Hicimos el amor de maneras en las que nunca me imaginé, terminando en una deliciosa y merecida ducha juntos en la bañera.
_ Eres hermosa. – mencionó Leonardo, cuando me vio ponerme el pijama.
_ Solo es un pijama, Leonardo. – comenté sonriendo y bajando las escaleras.
_ Me refería a ti, tú eres hermosa, Camila. – agregó provocando que mis mejillas se enrojecieran por completo, Leonardo había vuelto a ser él y debo admitirlo, como pareja sí necesitábamos dar nuevamente este paso.
_ Te amo, Leonardo, nunca lo olvides. – mencioné sonriendo y robando un nuevo beso de sus labios. – Cuídate, trataré de esperarte, pero sabes que si me quedo dormida será difícil poder esperarte. – agregué.
Lo acompañé hasta la salida, y luego, cuando se fue, me dirigí a la habitación para ver alguna serie, “the vampires diaries”, alguna vez ya había visto algunos capítulos y me gustó, así que ahora aprovecho de verla en mis tiempos libres.
Estaba finalizando el primer semestre y todo marchaba bien, así que podía respirar y tomarme un receso de todo aquel estrés, aun que tal vez, sea un problema, ya que cabe la posibilidad de recordar todo lo que pasé después de la muerte de mi bebé… digo, ese dolor nunca se me olvidará, pero, por ahora, estaba dormido.
Leonardo Álvarez
Acababa de llegar a la casa de Esteban, pero no sabía que hacer, ni que es lo que esperaba o estaba tramando.
_ Hola, Leonardo. – dijo aquella mujer, Ana, no sabía que estaba haciendo aquí.
_ Hola. – dije pasando por su lado, sabía que era lo que ella quería, pero no caería en su trampa o en su juego. – Esteban, ¿Qué hace esa mujer aquí?
_ Es para probar que aquella mujer… Camila, no te ha enamorado cómo un maldito imbécil. – mencionó. No entiendo por que no le había dicho antes sobre mi relación con Camila, pero sé que fue mi error, en primer lugar, decirle que lo que tenía con Camila solo era un juego que pronto se terminaría… y es qué, en ese momento lo sentía de esa manera, hace poco habíamos perdido a nuestro bebé y más encima estaba encerrada en sí.
Me comporté como un cobarde varios meses, pero no sabía cómo más reaccionar, pero el día, en el que cometí el peor error de mi vida, me di cuenta de lo que podía perder por culpa de mi estupidez.