Eva estaba acostada en la cama de sábanas rosas de la habitación de Vanesa, todo en aquella habitación era color pastel, era como si un oso de caramelo hubiera vomitado allí.
—Wao, no puedo creer que de verdad rechazaste a un Andersson y encima, lo golpeaste —dijo Vanesa mientras encendía la laptop sentada en la cama, a su lado se encontraba Mariana con varios libros de apuntes y ya se recogía el cabello para comenzar a estudiar.
Por más que Eva estaba intentando echar a un lado el resentimiento y tristeza por lo que había pasado en el parqueadero, no podía, sentía un nudo en la garganta.
—Él es un mismísimo patán, se lo merecía —gruñó Eva.
—No estuvo bien la forma en que los dos actuaron —intervino Mariana—. Él no debió llamarte prostituta y tú no tuviste que golpearlo. De hecho, quien tiene más malas acciones en esto eres tú.
Eva se sentó en la cama con mirada asesina.
—A lo que me refiero —aclaró Mariana antes de que su amiga la vaciara en una larga retahíla— es que no estuvo bien que te fueras de su apartamento sin darle al menos las gracias porque te recibió en su casa, dijiste que la pasaste bien a su lado, que comieron y hasta que el sexo estuvo bueno. Entonces, lo menos que pudiste haber hecho era decirle era un gracias por todo, dejando en claro tu posición de que hasta allí querías que las cosas se dieran. Además, después te envió mensajes donde podías notar que Harry estaba confundido y por lo mismo hasta te llamó y lo ignoraste por completo. Teniendo en cuenta que una persona como él no está acostumbrada a que lo rechacen y mucho menos que lo ignoren, su ego estaba herido. Y, por si fuera poco, lo rechazas cuando te pide explicaciones y también terminas golpeándole la cara. No estoy justificando a Harry, estuvo mal que te ofendiera llamándote prostituta, pero a lo que me refiero es que también te equivocaste y los dos deberían disculparse, no dejar lo que sucedió entre los dos como algo negativo.
—Wao, resumiéndolo de esa forma, suena a que jugaste, pisoteaste y ultrajaste los sentimientos de Harry Andersson —comentó Vanesa.
—Pero no es así —masculló Eva—. Si él hubiera tenido las cosas claras desde un principio, nada de esto hubiera pasado.
En ese momento la madre de Vanesa comenzó a llamarlas, informando que tenían visita. Cuando las chicas salieron de la habitación y llegaron a la sala de la vivienda, encontraron a Sebastián, Paulo y Harry sentados en el mueble.
—Eva, Harry quiere hablar contigo en privado —informó Sebastián, era obvio que hacía de mediador en la situación—. Viene en son de paz.
—Ah, vaya —soltó la chica con evidente sarcasmo, pero Mariana le dio un codazo en las costillas para que recordara lo que habían hablado.
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En la entrada de la casa de Vanesa había una terraza grande, con dos árboles de mango y sillones tejidos en paja estilo antiguo. Allí se sentaron Harry y Eva para conversar.
La casa era la típica vivienda tradicional costera de los barrios populares, enrejada, de un solo piso, con una sala grande donde los muebles eran estilo antiguo, puertas francesas de madera tan antigua que las fabricaron mucho antes de nacer la abuela. De hecho, tenía ese olor característico de las casas antiguas y que si se llegaba a medio día se escuchaba la olla de presión pitando o el sonido del hielo siendo partido con la cuchara.
Para Harry todo aquello era nuevo, de hecho, no dejaba de observar al frente, en todo el medio de la calle a unos niños descamisados jugando y sus voces inundaban todo el lugar. De hecho, lo más ostentoso que se veía en la zona era la camioneta blanca de Paulo parqueada frente a la vivienda.
A la chica le incomodaba la situación, todo era muy a modo de reconcilio de pareja, donde los amigos ayudan a que pudieran arreglarse.
—Perdón por llamarte prostituta, no debí decirlo —dijo Harry, tomando la iniciativa.
Eva cerró los ojos, sabía que ahora le tocaba su turno, pero no sentía el deseo de hacerlo, así que no le saldría de forma honesta, cosa que no le gustaba, prefería hablar con sentimientos genuinos.
—Harry, reconozco que actué mal, que debí aclararte las cosas desde un principio —comentó Eva—. Pero es que tú no te estabas comportando como alguien que únicamente buscaba algo de una sola noche. Eso me confunde mucho, porque a mi parecer, mi forma de actuar desde un principio ha dejado en claro mi posición.
—Me sorprende que alguien como tú, que se ve tan seria y recatada no le gustan las relaciones serias y prefiere las cosas de una noche.
—No es que las prefiera, de hecho, no quiero nada con ninguna persona —aclaró Eva—. No voy por la vida acostándome con cualquier hombre que se aparezca frente a mí. Lo que sucedió entre tú y yo anoche fue una excepción a la regla.
—¿Cuál regla?
—Me puse como regla no tener ningún tipo de relación amorosa con algún hombre hasta graduarme de la universidad.
—Claro, alguien como tú se pondría una regla tan absurda como esa —soltó Harry.
Eva inspiró hondo, comenzando a enojarse.
—Tranquila, únicamente estoy diciendo que a mi parecer no tiene sentido —aclaró él, alzando las manos en son de paz.
—No me interesa tener ninguna relación amorosa con nadie.
—¿Ni siquiera con un Andersson?
—¿Por qué todos hablan como si los Andersson fueran unos dioses, lo mejor de lo mejor? —cuestionó Eva, cruzándose de brazos.
—Porque lo somos —soltó Harry mientras enarcaba una ceja.
—Pues, ni siquiera con un Andersson —remarcó ella.
—Bueno, en ese caso, teniendo todo muy claro, me parece que sería una relación perfecta —soltó Harry—. Me refiero a los compromisos, no tener una relación contigo, eso de no ser nada, pero tener todos los beneficios de una relación, suena bastante bien… Podría estar con otras mujeres y no me dirías nada al respecto.
—¿Disculpa? ¿Quién te está diciendo que quiero seguir teniendo sexo contigo?
—Pues anoche me decías estar bastante satisfecha de tener sexo conmigo.
—¿En qué momento dije tal cosa?
—No verbalmente, pero tu vagina lo expresaba.
Eva colocó los ojos en blanco, incapaz de seguir manteniendo aquella conversación con él.
—Sí, justamente colocabas los ojos de esa forma —comentó Harry.