—Hola, chicos —saludó con una leve resignación—. ¿Qué hacen aquí?
—¿No te has enterado? —preguntó Hellen, y Nora negó confundida.
—Acabo de llegar —respondió notando por segunda vez en el día, aquella tensión palpable en el ambiente—. ¿Y... qué está sucediendo?
—El señor Dylan ha ordenado que nos reunamos con él en la sala de conferencias, pero el director no estará presente hoy. Nunca antes hemos tenido una reunión sin la presencia del señor Jeremiah —explicó Cynthia, y los demás asintieron en acuerdo.
—¿Por qué nos ha convocado a todos? —cuestionó Nora, sin lograr comprender cuál era la finalidad de aquella reunión y que importancia tenía la presencia de los empleados.
Sam soltó un chasquido exasperado.
—No lo sabemos con certeza, pero mientras estaba en el baño escuché a dos chicas del departamento de finanzas hablar del señor Geoffrey. Mencionaron que ha sido despedido por fraude y robo. Y, ¿saben qué más oí? —bajó la voz, atrayendo la atención de los demás hacia ella —. El señor Geoffrey está en la cárcel porque el director lo descubrió.
Algunos dejaron escapar exclamaciones de sorpresa, mientras que otros procesaban en silencio las impactantes palabras de Sam. Por su parte, Elliot se mantuvo impasible, y Nora no pudo evitar percatarse de ello.
—¿Qué están haciendo aquí todos? —la voz de Joseph los sobresaltó al escucharla resonar en el pasillo.
—El señor Dylan solicitó nuestra presencia en una reunión —respondió Elliot con cautela.
—¿Una reunión? —exclamó Joseph con sorpresa.
—Así es, señor —confirmó Hellen.
—No tengo conocimiento alguno sobre esto. De hecho, el señor Jeremiah me informó hace unos momentos que había cancelado todo lo que tenía pendiente en su agenda para hoy. Pero le llamaré para estar al tanto de cualquier cambio que tal vez olvidó mencionar.
Joseph, el asistente de Jeremiah, decidió contactarlo para corroborar la información.
Elliot observó como Joseph se alejaba para llamar a Jeremiah, mientras los demás permanecían en silencio. Sabía que algo no estaba bien, y no le gustaba la idea de que Dylan hubiera convocado a todos sin la aprobación del director. Aunque no quería pensar mal de él, conocía bien su tendencia a actuar impulsivamente.
—Dime, Joseph —contestó Jeremiah.
—Señor, disculpe que lo vuelva a llamar de nuevo. Pero no estoy seguro si ha pautado una reunión para hoy con los empleados...
—¿Una reunión? ¿De qué hablas? —interrumpió Jeremiah confundido.
—Me he enterado por los empleados de cocina, pero al parecer tampoco saben de qué trata aquella reunión, señor —explicó el gerente.
—¿Y sabes quién ha convocado a todos a esa dichosa reunión? —preguntó Jeremiah con sospecha.
—El señor Dylan —respondió Joseph.
Al escuchar su nombre, Jeremiah apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. Decidido a averiguar qué estaba ocurriendo, salió de la habitación sin demora alguna.
—Iré para allá —finalizó la llamada.
Tras recibir la llamada, Jeremiah se sintió confundido al enterarse de que su primo había convocado a todos sin su aprobación. Enfadado por la situación, decidió confrontarlo personalmente y abandonó la habitación sin dilación. Aunque había prometido a Jong guardar reposo por unos días, no podía quedarse encerrado en casa sin saber qué estaba tramando su primo.
Jeremiah se cuestionaba por qué Dylan había convocado una reunión sin su consentimiento.
Sea cual fuera la razón, no podía ser buena.
Subió al auto y dejó que el chófer lo llevara, evitando que su amigo descubriera que no solo había salido de casa, sino que también había conducido. No quería que su madre se enterara de lo sucedido.
Marcó el número de Jong y este respondió rápidamente.
—¿A qué se debe el honor de tu llamada?
—Ven al hotel, te contaré todo allí —ordenó Jeremiah sin darle tiempo para responder y colgó la llamada.
Confundido, Jong miró la pantalla de su móvil. No entendía qué había pasado, pero pudo percibir por la voz de su amigo que era algo urgente. Se levantó de la silla y salió de la cafetería en la que se encontraba.
Minutos más tarde, Jeremiah irrumpió en la sala de conferencias con el ceño fruncido y una expresión de desagrado en su rostro. Dylan ocupaba el lugar principal en la mesa, donde solía sentarse él como director del hotel. Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de Dylan al ver a Jeremiah.
—Señor... —dijo Joseph mientras todos se levantaban de la mesa al llegar Jeremiah.
Los demás observaron con intriga la venda que rodeaba la frente de Jeremiah y se preguntaban qué le había ocurrido a su jefe.
—¿Qué está sucediendo aquí? —exclamó el director, mirando fijamente a su primo.
—Solo quería reunirnos para discutir algunos asuntos importantes del hotel, ya sabes, el evento anual —respondió Dylan con calma.
—¿Y por qué no me informaste al respecto? —inquirió Jeremiah, visiblemente molesto —. Hablamos esta mañana.
Dylan frunció los labios con desdén. Nora y los demás empleados se mantuvieron en silencio, observando la escena con preocupación.
—Mi intención era sorprenderte. Además, pensé que sería una excelente oportunidad para que los empleados se familiarizaran más conmigo y con mi papel en el hotel —comentó recostándose en el respaldo de la silla con desenfado —. Como todos saben, mi padre ya no trabajará aquí. Sin embargo, he decidido ocupar su puesto y convertirme en el nuevo director de contabilidad.
Los demás empleados intercambiaron miradas llenas de incertidumbre y asombro. Aunque desconocían los planes exactos de Dylan, tenían una leve sospecha de que algo no iba bien. Especialmente al percatarse de la rivalidad que existía entre ambos primos.
—No creo que hayas convocado a esta reunión solo para informarnos de tu nuevo cargo —respondió Jeremiah con voz firme.
—Tienes razón, no los he reunido aquí solo por eso. También quiero que me apoyen en el evento anual. Al fin y al cabo, todos somos un equipo ¿no? —escrutó a cada uno con la mirada, pero ninguno respondió —. Estoy seguro de que después de discutir mis ideas con ustedes, su expresión será diferente.
Jeremiah dejó escapar un bufido, claramente hastiado de Dylan.
—¿Y cuáles son esas ideas que quieres discutir con nosotros, señor? —preguntó el gerente, tratando de mantener un tono neutral.
Dylan le lanzó una mirada significativa antes de responder.
—Bueno, como algunos ya saben, hemos tenido algunos problemas financieros en el hotel el año pasado. Por eso he decidido implementar algunos cambios en la forma en que se manejan las cosas aquí, comenzando por el evento anual.
Jeremiah frunció el ceño, sin estar completamente convencido de las palabras de su primo. Sabía que estaba actuando de esa manera para ganarse el favor de los empleados.
—¿Y qué tipo de cambios son esos? —cuestionó con cautela.
Dylan sonrió enigmáticamente antes de responder.
—No necesitan conocer todos los detalles aún, pero les prometo que si deciden apoyarme, no se arrepentirán de los resultados. Y cuando digo resultados, me refiero a las ganancias que obtendremos.
El director dirigió su mirada a los demás, esperando que alguno de ellos aceptara sin titubear. Nora notó la expresión de incertidumbre en el rostro de su jefe mientras escuchaba la atractiva propuesta de Dylan. Sin embargo, todos permanecieron en silencio y fue hasta después de unos minutos que Nora se atrevió a hablar.
Jeremiah la miró expectante, esperando sus palabras.
—¿Y qué hay de lo que opina el director? Él debe ser quien decida si acepta o no —dijo Nora con una mirada furtiva hacia Jeremiah —. Y creo que ha sido bastante claro esta mañana al decirte que él se encargaría personalmente.
Dylan fingió sorpresa y se encogió de hombros.
—Oh, disculpen si me he malinterpretado. Pensé que sería una buena oportunidad para que todos trabajáramos en equipo y compartiéramos responsabilidades. Pero si el director no está interesado, podemos dejarlo así.
—Sería injusto no escuchar tu propuesta —emitió Jeremiah haciendo que Nora lo viera.
No entendía por qué de pronto cambiaba de parecer si hasta hace uno minutos se mostraba reacio a aceptar. Y se sintió tonta por intentar ayudarlo cuando al final cedería ante su primo.
Dylan sonrió con satisfacción al ver cómo Jeremiah aceptaba escuchar su propuesta. Sabía que había ganado esa batalla, al menos por ahora.
—Por supuesto, compartiré con ustedes mi idea.